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Grandes temas poco conocidos
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Anoche salí de farra con unos muchachos que fueron compañeros de trabajo hace ya casi diez años. Quince trabajando juntos y, pese a todo, amigos. Difícil que se dé, eso. Al menos desde mi experiencia.

Por cuestiones de depresiones y mierdas varias, me he pasado unos ocho meses sin salir de casa más que para lo imprescindible (comprar comida, suministros y ese tipo de cosas), de modo que el contraste de volver a pisar el centro, un centro transformado, peatonizado y convenientemente agendizado para cuando llegue 2030, ha sido grande. Montones de bares cerrados. Los demás casi vacíos. Calles aún más desiertas. Y, resistentes siempre al invasor, un puñado de personas con ganas de pasarlo bien. Casi ninguna joven, dicho sea de paso. La mayoría de taitantos para arriba. Quemando cartuchos como si no hubiera un mañana, no vaya a venir una nuke y a tomar por el culo todo.

El caso es que, a eso de las cuatro de la madrugada, los tres últimos supervivientes de nuestro grupo empezamos a hablar de música. Concretamente, de músicos minimalistas pero auténticos. A pesar de que uno se sabe desconectado, siempre cree tener sus áreas de interés particulares más o menos controladas. Craso error. Si hay una verdad en esta vida es que siempre, siempre sabemos mucho menos de lo que creemos saber. Porque a mí se me habían pasado bajo el radar dos pero que muy curiosos.

Por un lado, tenemos a Seasick Steve, un personaje que parece salido de un pantano de Nueva Orleans, con sus barbas a lo ZZ Top y su gorra de John Deere (insigne marca de maquinaria agrícola), capaz de hacerse una «guitarra» con la tapa del filtro del aire de un Ford de 1973 y un boomstick como traste. Contra todo pronóstico, el chisme suena así de bien.



Además, el amigo Steve es un fiera a la hora de trabajar el arte del videoclip con coreografías de baile. Cágate, Shakira. Y que viva el sudapollismo.



¿Y el otro? El otro les sonará a aquellos que se hayan visto Ted Lasso, porque, por lo visto, sale en un episodio. O eso me han dicho. Estoy hablando de Cam Cole, otro fulano con pinta de mendigo y un cierto punto a lo Jack Sparrow, que vive itinerante, viajando arround the world en su camión autocaravana (un cacharro que parece no haber pasado una ITV desde 1983) con una guitarra, un ampli, una caja de percusión y dos micros capaces de transmitir el tétanos. ¿Su estilo? El del blues de la nueva era.



Enlatado tiene su punto. Pero en directo ya es la polla. Recomendaría especial atención al segundo tema de la sesión: I See.



Ambos están lejos de ser una novedad en el mundo musical. El primero es más o menos conocido desde 2006 y el segundo se lleva pateando las calles de Londres y yendo por festivales un periodo de tiempo tampoco desdeñable. No tenía ni puta idea de que existían, pero ahí están.

¿Y a qué viene todo este rollo, a fin de cuentas? Pues a que anoche (re)aprendí una cosa: que no importa si estás pasando o has pasado una racha jodida, de esas en las que te quieres morir, o, si no lo quieres, al menos no te importa lo más mínimo si pasa. Porque, mientras estás vivo, siempre hay margen para la sorpresa, para topar con un momento, una persona, unas horas de inesperado gozo que te van a pillar a calzón quitado pero harán que el mero hecho de estar allí merezca la pena.

Vive. Lucha. Ama.

Salga el sol por donde salga.

Rompe el bucle, sal, muévete, haz cosas, oblígate aunque no quieras, aunque lo que de verdad te apetece sea quedarte en la cama hasta que venga Crom para llevarte a su puta montaña.

Y no busques la muerte (muerte no solo física, sino moral, anímica, emocional).

Ya se encarga ella de buscarnos.

Anoche salí y me lo pasé de puta madre sin beber una sola gota de alcohol ni meterme drogaína. Mañana me voy de entierro. Una buena mujer de más de ochenta años a la que ya le iba tocando. Familia.

Pero voy con otro talante, porque la vida es a menudo una puta mierda, sí, mas no exclusivamente. También hay cosas buenas. Reírte, hacer el gilipollas, disfrutar de la belleza y la emoción auténtica. Todos esos rollos que se suelen mencionar en los libros de autoayuda y que tan vacíos nos suenan a veces, pero que tanta verdad encierran en el fondo, porque a ver qué coño es vivir sino eso, las pequeñas cosas que nos hacen felices.

Así que, nada. Perdón por el tocho. Ojalá algo de lo vertido aquí os pueda servir algún día, si acaso estáis o estuvierais jodidos por el motivo que fuere (siempre hay quien lo está y lo pasa en silencio), para cambiar el chip y seguir bebiendo un rato más del único cáliz sagrado que existe.

Lo de la música no es más que una excusa. Puede ser cualquier cosa. Lo que te salga del mismísimo cimbrel. Un día se va a acabar todo. Yo, por ejemplo, la espicharé, dejaré de escribir por aquí y, pasados los meses, a lo mejor alguien se preguntará qué coño me ha pasado.

O a lo mejor no. Eso no importa. A mí no me importa, porque no voy a estar para verlo.

Lo que importa es que, mientras esté, quiero disfrutarlo como mejor pueda y sepa. Esto y todo lo demás.

Supongo que lo único que trato de decir es:

Mientras el último día llega... 



Cuídense. Y disfruten. Es un deber moral. Kurosawa dixit.
Soy una puta, pero una puta muy cara.
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Ja, ja, ja. Lo que son las cosas @Peckinpah, tú escribiendo una sentida y extensa alabanza de disfrutar de los buenos momentos y yo al final como tío simplón y esquemático que soy sólo me quedo con 3 conceptos:

-Por supuesto, carpe diem (aunque vengan mal dadas).

-Músicos estadounidenses con barba bien crecida.

-¿¿Ese automóvil pasó la ITV??

Con esta combinación de conceptos sólo puede salir algo como esto:
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